La Recoleta
Jorge Luis Borges
Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de a historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son normas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa entre otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
Jorge Luis Borges
Fervor de Buenos Aires (1923)
Ayer en callejeros vi cómo la gente visitaba el cementerio judío de Praga. Parecían Disneylandia. Me hizo pensar que también los cementerios pueden morir cuando se despojan del vínculo emocional que une a los muertos y los vivos que los visitan: la muerte de un cementerio es convertirlo en un museo.
ResponderEliminarnunca lo había pensado.....siempre que he estado en uno, ha sido en momentos que me ha llevado mi ánimo, y allí me he encontrado sola o casi, nunca he ido a uno el día uno de noviembre. la última vez que fui , fue al de san isidro, estaba SOLA, y de repente aparecieron dos gitanos, me dieron miedo y me fui....... normalmente son lugares donde uno puede estar en silencio con sus pensamientos.
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